La mejores promociones en todos nuestros servicios

Tratamientos Faciales

El peeling facial es un método muy eficaz para la renovación celular de la piel. Por eso es importante introducirlo en nuestra rutina de belleza y realizarlo dos veces por semana. De esta manera tendremos el cutis hidratado y luminoso.

¿Qué es un peeling facial? 

Cuando hablamos de peeling, en realidad estamos hablando de exfoliación, que puede entenderse como el proceso natural de renovación de las células de la piel, pero también como el conjunto de técnicas para favorecer ese proceso. 

Así, un peeling facial es un tratamiento dermatológico y estético para mejorar el aspecto de la piel del rostro. Esta mejoría, apreciable a simple vista, se debe principalmente a la eliminación de las células muertas, ayudando a que se desprendan y dejen paso a una nueva generación de células en la epidermis. 

El peeling facial se emplea con resultados cosméticos positivos con los siguientes objetivos: 

  • Obtener una textura de piel más suave 
  • Mejorar la elasticidad y tersura de la piel, dejando el rostro con un aspecto mucho más hidratado 
  • Mejorar los daños producidos por el fotoenvejecimiento 
  • Reducir las marcas de expresión y arrugas 
  • Mejorar el aspecto de las cicatrices, por ejemplo, de acné 
  • Corregir las manchas e hiperpigmentaciones 
  • Mejorar algunas formas de queratosis 

Tipos de peeling facial 

Existen numerosos tipos de peeling facial. Pueden agruparse en dos grandes familias: las exfoliaciones mecánicas y las exfoliaciones químicas. 

Peelings mecánicos 

Los peelings mecánicos se definen por el empleo de algún material físico abrasivo o microabrasivo. Se utilizan telas de microfibra y esponjas, hojas adhesivas, geles pastosos (el llamado gommage) o soluciones con algún granulado para scrubbing (piedra pómez, cristales, microperlas de plástico o materiales orgánicos, etc.).  

No es infrecuente la combinación de métodos mecánicos y químicos en un mismo producto o tratamiento. 

Peelings químicos 

En cuanto a peelings químicos, que se basan en la capacidad exfoliadora de la piel con el uso de una o varias sustancias y elementos químicos, podemos diferenciar los siguientes tipos (de menor a mayor intensidad) en función del principio activo principal: 

  • Alfahidroxiácidos (AHA): Son ácidos de origen natural, como el ácido glicólico o el ácido láctico. Al tratarse de moléculas de tamaño más pequeño, penetran a mayor profundidad en la piel.    
  • Betahidroxiácidos (BHA): El ácido salicílico es el más conocido. Estas moléculas, por su naturaleza liposoluble, tienen afinidad por el sebo, de forma que son ideales para mejorar la apariencia de pieles mixtas y grasas. Ayudan así a controlar el exceso de sebo.  
  • Fórmula Jessner: Esta combinación de resorcinol, ácido láctico y ácido salicílico sigue siendo poco agresiva. Está indicada para tratar las manchas cutáneas, el tono irregular y el envejecimiento.
  • Ácido retinoico: Con más capacidad de penetración, es utilizado en el ámbito profesional en combinación con el tratamiento Jessner para reducir cicatrices, manchas y arrugas. 
  • Ácido tricloroacético TCA: Capaz de llegar a la dermis reticular en altas concentraciones, el TCA permite a los profesionales dermoestético realizar un peeling medio a profundo, muy popular en pieles de fototipo IV. 
  • Fenol: De efecto intenso y penetración profunda, se utiliza únicamente por prescripción médica para regenerar la arquitectura dérmica. 

Beneficios del peeling facial

Hoy en día los profesionales de la dermoestética se apoyan de forma mayoritaria en tratamientos basados en quimioexfoliantes (peelings químicos) para la renovación del tejido cutáneo.  

Estos tratamientos se basan en tres mecanismos de acción sobre la piel:

  • Aumento de glucosaminoglucanos (es decir, más agua, más volumen y menos arrugas)
  • Reorganización de elementos estructurales (colágeno y elastina)
  • Estimulación de los fibroblastos

Los especialistas emplean diferentes sustancias y formulaciones para conseguir el nivel de penetración deseado, que puede ser superficial (estrato córneo y capa basal de la epidermis), medio (dermis papilar) o profundo (dermis reticular). 

Para ello es imprescindible un diagnóstico previo que permita valorar cada caso y tomar en consideración diversos factores. Son particularmente importantes identificar el tipo de piel, además del estado de la piel y sus características. Igual de importante es seguir unas pautas de preparación y seguimiento del tratamiento.